El cobre es el metal más reciclado; tanto es así, que buena parte de la demanda se cubre a través del reciclaje. Teniendo en cuenta el papel del cobre en la industria y en la vida cotidiana, esto supone una importante ventaja.

El cobre es 100% reciclable, y no pierde sus propiedades químicas o físicas, aunque el proceso se repita. Las ventajas son claras: el ahorro de energía es muy importante, al suponer un 85% menos de consumo reciclarlo que extraerlo. El proceso de extraer, transportar, fundir y refinar se reduce a estas dos últimas fases.

Por lo tanto, se dejan de emitir toneladas de CO2 y se conservan valiosas reservas de petróleo, gas y carbón, suponiendo un beneficio claro para el medio ambiente, además de la evidente reducción de costes. Todo esto redundará en un ajuste del precio del cobre.

Las fuentes de los residuos de cobre y, en general, de los metales tanto férricos como no férricos, son tres:

  • Propia o de origen: es la que se genera en la fábrica, refinería, o fundición. Normalmente se recupera y se usa en la misma planta de nuevo.
  • Industrial: procede de recortes resultantes del proceso de elaboración de un producto.



Obsoleta: es la que se origina en más cantidad. La forman productos que han finalizado su ciclo de vida funcional, como los residuos de construcción.